lunes, 7 de julio de 2014

Droga natural

Hace poco me preguntaron si últimamente echaba de menos algo y aún me asombra el por qué me parece tan extraño lo de pensar en ti nada más se acabó la pregunta.
Te echo de menos escuchando La sonrisa de Julia iluminada con Luces de neón, mientras me pregunto por qué no es mi sonrisa y sí la de ella la que aparece en todas esas canciones dedicadas a nosotros. Canciones, que nadie baila como tú mi favorita, aunque lo cierto es que todas son mis preferidas desde que eres tú quien las baila. 
Hacía tiempo que no nos veíamos, o mejor dicho, que no nos mirábamos. He pensado que a lo mejor queríamos encontrarnos sin ni siquiera saberlo. Y es que nadie entiende que cuando yo te miro las zapatillas tú levantas la cabeza y al revés, y nuestros ojos nunca coinciden. Como dos desconocidos que llevan meses sin verse. Dos amantes que se pierden porque acaban confundiendo ritmo con velocidad.
Si alguna vez tengo una hija espero poder cogerla de las muñecas y decirle que nunca pasé hambre en ninguna guerra, pero me enamoré de ti. Espero decírselo a ella porque por más que mi madre siempre me dijo que buscara un buen hombre y nunca me enganchara a las drogas, no he podido decirle que fuiste mío.

Si el destino es una causalidad que nos una como lo hacen ellas.

martes, 31 de diciembre de 2013

2013 es todo lo que sé de la vida

Del 2013 he aprendido que prácticamente todo el mundo te acaba decepcionando tarde o temprano, que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos, que hay secretos a voces, y a roces, que odio las despedidas y que la peor derrota es ganar en el momento equivocado. Que no hay que mover ni un metro de playa por alguien que no se merece ni un mísero grano de arena, que mejor tarde que nunca y que las apariencias engañan. Y no es oro todo lo que reluce, y ni por todo el oro del mundo os cambiaría a algunos. Que se puede una quedar afónica de tanto guardar silencio y darse cuenta muy rápido de quién está y quién dejó de estar, que hay que olvidar lo que uno siente y recordar lo que uno merece. Que al lugar donde has sido muy feliz no debieras tratar de volver. Que los cabrones mueven el mundo, que lo mejor de la venganza es ignorar y no odiar, que no sabes lo que tienes hasta que te pierdes. Que hay gente que llega a ser magia aunque no lo llegue a notar, y puede una ser vida en dos cuerpos. Que puede alguien demostrarte en un año más que otra persona en siglos, y que en 4 meses he conocido gente tan increíble que se que nos quedan muchos momentos juntos, e increíbles. Me he cerciorado de que es cierto eso que dicen de que los buenos amigos son la familia que nos permiten elegir, y qué bien lo hice. 
Que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma se va a la playa, porque se cansó de esperar. 
Que un 31 de diciembre es mejor con Carlos Sadness retumbando en los altavoces.

A los cobardes que se han ido, a los valientes que han entrado para quedarse y los que nunca abandonan, gracias. Feliz 2014.

María Hernández.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Las cartas, los coches, las escaleras de un chalet cualquiera, las butacas de un cine vacío y las botellas de cocacola en los apoya brazos, los sueños, la facultad, la lluvia, los amantes, mi cama, tu cama, mi casa, tu casa, mi vida, tu vida, mi cuerpo, tu cuerpo, mis días, tus días, las bendas, y las de los ojos, los ciegos, las momias, Barrio Sésamo, las mentiras, las tapaderas, los rotuladores de colores, mecheros, polos, tu pelo, tus ojos, los colores de los míos, la forma de los tuyos, fotos, dolor, frases, canciones, pesadillas, sudaderas, Disney, los hijos, la agencia, la grapadora, los peluches, el edredón, los tornillos, la tinta, los rotos, los descosidos, las lágrimas, las caricias, el dolor, las mentiras, los engaños, más mentiras, más engaños. Todos hielan. 

María Hernández

domingo, 15 de diciembre de 2013

Las cartas, el coche, las sillas de un restaurante de comida rápida, las butacas del cine y el apoya brazos, los sueños, los columpios, las mentiras, los parques, los caminos, las piedras, la fuente, las promesas, la falda, el pitillo, aquel banco, la toalla, El parque, la webcam, los amantes, la distancia, los secretos, el lavadero, los asientos de cuero, el ron, el portal, el escalón, el erizo, el otro banco, el otro y el otro, la puerta de princesa, el ascensor o algo parecido, la discoteca, los taxis, los taxistas, tus pies, las estrellas, el despertador, los conciertos, la gran vía, los apuntes, la palmera, las sorpresas, Valencia, las colas para esperar, la arena, el césped, aquel cigarro, el fútbol playa, y la playa, el terrorismo, las palomitas, el sofá, los baños portátiles, Hey Brother, el libro, los muros, el sofá cama, El olor, la tristeza, las llaves, la persiana, las prohibiciones, las tentaciones, los paseos, las inoportunidades, tu mano, el bolsillo de tu sudadera, y el de la mía, el teatro, las locuras, el amanecer, el cinturón, las orejas, la nariz, voces, truenos, risas, lágrimas, besos, abrazos, tus piernas, caricias, más promesas. Todos arden. 

María Hernández

domingo, 1 de diciembre de 2013

Me cansé de esperar, pero te seguí esperando, y es entonces cuando odio que la esperanza sea siempre la última en abandonarme. Me sé de memoria las excusas que pones para llegar tarde. Luego dices que no tuviste tiempo. No vienes. Yo me quedo con el bote de decepción medio lleno y el bote de helado medio vacío. Aborrezco esa parte de mí que es más tuya que mía, y es que además es la parte más bonita que tengo. Mira que hay precipicios en el mundo, y tuve que ir a parar a ti. Ya no recuerdo cuántos lunares tenías en el cuerpo: ¿12, 10, 8, 6, 4, 2, 1? Es como una cuenta atrás que no termina nada. Creo que eran más, quizá 17, el número de la buena suerte para quien te los esté contando ahora. Si cierro los ojos aún te veo, sentado en aquel banco, de fondo sonaba yo que sé qué canción. No sé a qué estuvimos jugando mientras hacíamos como si fuésemos a salvarnos el uno al otro. Entonces entendí que algunos juegos son más bien guerras mundiales. Y aquella vez afectó a un mundo en el que nosotros éramos los únicos habitantes. Han quedado ruinas -cartas, conversaciones, promesas-. No hay tiritas para esas heridas ni suficientes ojos bonitos en el mundo para olvidar que, los tuyos, tus ojos, fueron los únicos que supieron quedarse en mis cicatrices el tiempo suficiente como para ver más allá de lo que yo nunca supe enseñarle a nadie. No llamaste, entraste directamente y te sentaste a mi lado. Querer no sé si lo hiciste, pero me salvaste más de lo que nadie me había salvado nunca. Y aún me estremezco cuando pienso en esa gente que habla de olvidar como si fuese tan fácil como pasar una página; no ayuda cuando el papel te corta los dedos. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Tener la certeza de ganar no es jugársela

Beberme un vaso de leche fría y una napolitana de chocolate recién horneada ha sido lo más cerca que he estado hoy de ser feliz. A veces pienso que la vida es demasiado puta, pero luego me imagino las putadas como favores que nos sirven para ver quién está con nosotros en los momentos más difíciles y ya se ven las cosas con otros ojos. Al fin y al cabo esta es la vida que nos ha tocado vivir, como me dijo mi abuela un día, y de nosotros depende si tender la mano a esos favores o rendirnos frente a las putadas. 
Cuando se os caiga el mundo hacedme el favor de pensar que seguramente hoy hay centenares de niños llorando de felicidad por la vuelta de sus padres tras mucho tiempo en yo que sé dónde por misiones, miles de parejas haciendo el amor después de meses, innumerables mujeres embarazadas desprendiendo ternura, 3 de cada 10 personas en el mundo celebrando su cumpleaños y ya de paso lo bonito que es tener un año más contigo a las personas que quieres. Luego cerrad los ojos y pensad si merece la pena realmente estar mal por algo, o alguien. Creedme cuando os digo que vais a sonreír después de esto. Yo lo hago.  
Ahora escuchad vuestra canción favorita, sin que os recuerde a alguien, entonces el mundo se parará, y separará. Porque el mundo separa, pero también está el tiempo, que se encarga de unir. 

Jugárosla, qué va a saber de la vida una persona que no arriesga. Decidmelo, qué. Nada. A lo mejor tienes que comer barro para llegar a tocar la jodida luna, pero merecerá la pena. O eso dicen, me dicen. 

María Hernández

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Qué importa que el tiempo lo cure todo si lo hace demasiado tarde

"Se me acumulan los portazos. Aún no he aprendido a no llorar con las despedidas. Es que me parece que los finales comienzan siempre algo muy triste: el echar de menos, el medir la distancia que nos parte en dos los corazones. Yo qué sé o hasta cuándo, por las noches miraba las estrellas y era bonito, será porque el cielo no tiene memoria, y no me recordaba a ti. Siempre hay que despertar. Abrir los ojos y no verte. Abrir los ojos y cerrar fuertemente las manos alrededor de todas estas ganas que tengo de que las cosas mejoren algún día. Algún día, cuando deberías ser tú. Y tú, cuando no deberías haber sido nunca. Te prometo que estoy intentando atardecer todos esos días que vivimos. Ojalá el mundo dejara de girar."

Sergio Carrion