sábado, 19 de octubre de 2013

Madrugadas fugaces

Hoy es uno de esos días. Tengo unas ganas inmensas de escribir pero aún así la barra negra parpadeante sobre este fondo blanco lleva casi veinte minutos en el mismo lugar, mientras intento evadirme en mi habitación con buena música de fondo, porque hay canciones que cuentan mejores historias que algunos libros; y un olor espeluznante a vainilla en todo el cuarto, hoy me he dado el gusto de pegarme una buena ducha y atraer recuerdos. No sé por qué, pero es viernes y aún así el sol sólo nos ha visitado unas pocas horas esta mañana, dándonos la única razón por la que hoy teníamos que salir de la cama, o tenía, qué se yo, igual el mundo entiende de razones. 
He quitado la música a ver si así se me ocurre a mí también algo bueno que contar como a ella, pero nada, incluso con la casa en silencio algo en mí continúa haciendo ruido. Será el efecto del vacío que dejas incluso cuando vienes, aunque nunca termines de llegar. No sé. Como quitarle el caramelo de la boca a un niño. O que te quites tú, que no tu olor, aunque que mi ropa siga oliendo a ti sea lo más jodido que me ha ocurrido nunca.

"Hace tiempo que intenté dejar de saber de ti, y hace tiempo que también lo dejé por parecerme demasiado imposible, como el fumar. Y no es que te disfrute mucho; ni me relajas, ni me matas. Pero tienes esa nicotina sin la cual respirar me parece un arte absolutamente doloroso. A pesar de eso, puedo sin ti; tú me enseñaste."

María Hernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario